Expositor de la Universidad de los Andes pidió reflexionar sobre los rasgos esenciales del profesor universitario en el ‘Programa de formación permanente de profesores’ de la UDEP.
                
Jaime Arancibia Mattar fue uno de los ponentes del ‘Programa de formación permanente de profesores’ 2015 organizado por el Vicerrectorado de profesores. En su visita a la UDEP, dictó la ponencia ‘La labor del profesor universitario’.
Arancibia es doctor en Derecho por la Universidad de Cambridge y director del Departamento de Derecho Público de la Universidad de los Andes. En su exposición llamó a reflexionar sobre algunos rasgos esenciales del profesor universitario y si es posible hallar cualidades inherentes a esta figura. “El profesor universitario es un artista que forja. No es solo un artista, tampoco es solo un forjador”.

Para Arancibia, el problema de muchas universidades es tener profesores que forjan sin arte. “Se puede decir que el académico es un artista, en el sentido de que es capaz de proponer cosas nuevas al servicio de la existencia humana”. Particularmente, dice el experto, citando al académico Romano Guardini, el artista penetra en la realidad con su intelecto para hacer aún más evidente su autenticidad. El artista universitario, afirma Jaime Arancibia, busca siempre nuevos modos de captar e interpretar la realidad de las cosas. Por eso, cuando el universitario pierde su interés por lo nuevo,
se transforma, más que en un artista, en un simple artesano del saber; es decir, alguien que ejercita un arte u oficio meramente mecánico”.
En ese sentido, señala el experto de la Universidad de los Andes, el docente universitario como artista es el que permanece en contacto con las últimas propuestas científicas y no se contenta solo con reproducirlas. “El profesor universitario no es cantante, es cantautor; no es crítico de arte, es pintor.  Es mucho más que un erudito o un simple curador de ideas ajenas, pues no solo conoce verdades, sino que es capaz de proponer ideas nuevas”.
Asimismo, se refirió al saber universitario como un ‘saber académico joven’. Los profesores podemos llegar a ser ancianos, pero si no perdemos el afán por lo nuevo seremos jóvenes en nuestro quehacer; y eso es lo propio de las universidades. El conocimiento que se trasmite en los colegios es más viejo que el de las universidades, porque son verdades que han sido aceptadas, lo nuestro es lo nuevo”
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