La clave para mantener las universidades vigentes es prepararse para cambios estructurales importantes. He aquí cinco ideas para impulsar el cambio.
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Las universidades, como principales órganos del sistema educativo global, siempre han necesitado renovarse para ofrecer a sus estudiantes el desarrollo de competencias que los prepararen para el mercado laboral.
Durante mucho tiempo, los cambios se traducían en una simple actualización de los contenidos, pero sucesos propios del siglo XXI como la llegada del Internet, las redes sociales, y otros avances tecnológicos, nos han llevado a cuestionar si la educación superior necesita cambios más estructurales. Para impulsar estos cambios, es necesario implementar nuevas ideas. A continuación cinco propuestas para impulsar el cambio en las universidades:
1. Adaptabilidad en los programas educativos
El modelo del estudiante que dedica su tiempo exclusivamente a su formación académica está obsoleto. El estudiante universitario actual prioriza el desarrollo de competencias para el mercado laboral, con el conocimiento académico como base.
Con un mercado laboral en constante cambio, un currículo basado únicamente en los programas académicos está destinado a fracasar. Los contenidos educativos necesitan nutrirse directamente de las tendencias en el mercado laboral y balancearlo con las bases académicas de las que se componen los programas.
2. Microcredenciales y nuevos formatos
Rosalía O’Donnell, directora de Talentum Labs de Telefónica, explica para Cotec la necesidad que tiene el mercado laboral de profesionales con perfiles multidisciplinarios que puedan responder rápidamente a las necesidades cambiantes de su rubro profesional.
“Necesitamos cada vez más gente multidisciplinar. Quien desea hacer cosas, quiere saber de distintos lados y no se puede plantear hacer cinco carreras antes de empezar un proyecto”
Nuevas propuestas como las microcredenciales y los MOOC son cruciales para la consolidación de un perfil profesional completo y flexible. Cursos breves con contenidos actuales a demanda de los estudiantes pueden hacer una gran diferencia para mantenerlos vigentes en su vida profesional.
3. Autodidáctica
Hoy más que nunca se cuestiona la enorme inversión que representa una educación universitaria cuando la figura de genio emprendedor, representada por personas como Bill Gates y Mark Zuckenberg, han demostrado que la educación superior no es el único camino al éxito y tampoco es infalible.
Es importante que las universidades reflexionen no solamente sobre los contenidos que ofrecen sino los métodos que pueden usar los alumnos para acceder a ese conocimiento.
“Hoy prácticamente no hay nada en el sistema educativo que no se pueda aprender sin él”
Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Educación y académico en la Universidad Complutense de Madrid, expresa una postura severa con respecto a la evaluación de la educación superior como recurso educativo.
Sin embargo, denota un problema por parte de las universidades para adaptarse a la oferta de contenidos educativos que implican una menor inversión de tiempo y dinero para obtener resultados similares.
Los cursos autodirigidos y las instancias de educación autodidacta pueden reducir los costos en la producción de contenidos educativos, lo suficiente como para ensamblar programas de medio o bajo costo que puedan competir en el creciente mercado de la educación en línea y la tendencia del “do it yourself” (hazlo tú mismo).
4. Más perfiles de docentes capacitados
Los cambios de las últimas dos décadas han llevado a las instituciones educativas a buscar perfiles de maestros más cercanos al mundo laboral. De ahí se originó la figura del profesor asociado, que es ahora casi la norma en educación superior.
Se trata de profesionales que ejercen su oficio, pero que al mismo tiempo dedican un par de horas a la semana a dar clases. Esta práctica ha presentado algunas áreas de oportunidad y planteado el cuestionamiento de que, experto y docente no son exactamente la misma cosa.
Un profesional puede ser excelente en su trabajo, pero traducir esa experiencia a un producto educativo de calidad, en la mayoría de los casos, requiere formación extra. Ampliar el perfil de los docentes implica abrir las posibilidades a que más tipos de profesionales sean líderes en las aulas, pero será necesario capacitarlos constantemente para enseñarles las bases de un buen proceso enseñanza-aprendizaje.
5. Comunidades de enseñanza-trabajo
El objetivo principal de muchas universidades es preparar a los estudiantes para integrarse al mercado laboral. Tomando en cuenta este contexto, es preocupante la desconexión que existe entre las universidades y las empresas que proveen de empleo a sus egresados.
Los mecanismos de vínculo que se han producido entre ambas consisten primordialmente de bolsas de trabajo y ferias de empleo, sin embargo, no se cuenta con programas de profundidad que evalúen variables como la oferta y demanda de profesionales en los distintos rubros, que calculen cómo la tecnología va a afectar las dinámicas de trabajo y la cantidad de profesionales necesarios en determinada rama laboral, o qué otros campos de trabajo se podrán crear en el futuro que impliquen la necesidad de actualizar la oferta educativa.
No existe una instancia de trabajo conjunto Universidad-Empresa que se anticipe a las fluctuaciones del mercado laboral y mantenga a las instituciones educativas siempre vigentes y listas para el siguiente paso. Una comunidad que produzca esta sinergia se traduciría en grandes beneficios tanto para las instituciones, como para las empresas y los estudiantes que se convertirán en profesionales.
Los modelos universitarios no solamente necesitan actualizarse, es fundamental que lo hagan al ritmo que marcan los avances en el ámbito laboral. Una transición así es una tarea compleja y puede tomar tiempo, pero considerar ideas como las propuestas aquí, pueden dirigir a las instituciones de educación superior en la dirección correcta para mantenerse vigentes.
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