Miércoles, 16 de enero de 2013
En un futuro la comida podría crecer en las paredes de los edificios.
Existe hoy en día un intenso debate sobre cómo será nuestro lugar de trabajo en el futuro.
La tecnología nos permitirá flexibilizar nuestros horarios haciendo realidad esa máxima que dice que “el trabajo no es a donde vas sino lo que haces”.
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Pero eso no quita que termine tranformando la propia oficina en sí, por ejemplo, es posible que en un futuro consumamos vegetales cultivados en los muros del edificio de nuestra empresa.
Lo cierto es que hay una elevada probabilidad de que esto que quizás le parece extraño sea una realidad pronto.
Edificios inteligentes
En una reciente conferencia llevada a cabo por el Consejo Británico para Oficinas de Trabajo, los alimentos cultivados en muros formaron parte del menú como parte de lo que se conoce como “edificios inteligentes”.
“No va sobre automatización, un iglú podría calificarse de edificio inteligente”, explica Derek Clements-Croome, profesor emérito de la Universidad de Reading.
“Estos edificios responderán a las necesidades de la gente, aumentará la cantidad de personalización, estaremos en control del entorno y seremos capaces de adaptarlo a nuestras necesidades”, apuntó.
Esto significa que las oficinas lucirán muy distintas en los próximos años.
Diseñadores hablan de paredes digitales, con sensores incorporados con los que podremos interactuar, o si preferimos una explicación más técnica, se tratará de “células solares sensibles con capas de óxido de titanio en un lámina con moléculas absorbentes de luz con una superficie capaz de generar energía eléctrica”.
Estas paredes elaborarán un perfil de usted y cambiarán su entorno de trabajo según las circunstancias.
Esto podría suponer, por ejemplo, que se genere un microclima predeterminado en el lugar donde se celebrará una reunión.
Oficinas expresivas
Según Derek Clements-Croome estos muros se adaptarán a las necesidades de la gente.
La tecnología que permite esta interacción es conocida como “cobertura-nano”, lo que hará básicamente es transformar nuestra fría e insensible oficina en un entorno expresivo.
Significará que cuando entremos en el edificio nuestro lugar de trabajo se preparará automáticamente para nuestra inminente llegada.
Y esto no es ciencia ficción, asegura John Monaghan de Cisco, quien está impulsando esta tecnología.
“Cuando alguien entra en un lugar (nuestra tecnología) puede reconocer quién es y ofrecerle el nivel adecuado de servicio”.
La industria de la construcción está haciendo uso de avances llevados a cabo en otras industrias como la aviación para crear innovaciones como la autoreparación y la autolimpieza.
La sede de Air France en el aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle, en las proximidades de París, está hecha de un concreto que se limpia por si sólo.
Este tipo de cemento usa dióxido de titanio para descomponer la polución, para que luego los productos químicos restantes sean despejados fácilmente por la lluvia.
Es por ello que la sede de Air France en Roissy-Charles de Gaulle sigue permaneciendo blanca a pesar de los contaminantes arrojados por los aviones.
Fachadas vivientes
Las algas pueden procesarse para obtener biocombustible.
Todo esto nos devuelve a la idea de que en un futuro degustemos en nuestra cantina comida cultivada en los muros del edificio.
Hablamos de las “fachadas vivientes”, que según Sean Affleck, de la firma de arquitectura Make, se trata de “campos verticales” donde las plantas crecen en las paredes absorbiendo dióxido de carbono y liberando oxígeno.
Según Affleck, esto podría ayudar a combatir el calentamiento global.
“Cultivar fachadas vivientes podría enfriar las ciudades como lo hace un bosque, donde puedes encontrar arboledas frescas porque toda la evaporación permanece a tu alrededor”.
Una opción similar es almacenar la energía generada por algas.
“Las algas son un 200% mejores absorbedoras de CO2 y producen mejor biomasa que, digamos, el aceite de colza”, señaló.
Su visión es un futuro con edificios envueltos en tubos de algas, en los que se introducen los residuos gaseosos residuales del edificio.
Las algas, llevarían a cabo una tarea de limpieza, y luego el resultado sería almacenado en forma de energía.
Cosméticos de algas
Este edificio de Air France está hecho con concreto capaz de limpiarse por si sólo.
Esto ya está pasando en lugares como la planta energética Red Hawk de Arizona, en Estados Unidos.
El dióxido de carbono generado durante la producción de energía se conduce a unos tubos de algas, que absorben el 80% del gas y liberan oxígeno. Luego el alga se recicla usando generadores de biomasa y así se produce biodiesel.
Pero si no queremos convertir nuestras oficinas en plantas de energía, las algas también tienen otras aplicaciones.
Affleck destaca un proyecto desarrollado en Mubai, en India, donde una firma está usando las algas que cultivan en vallas en torno al edificio para producir cosméticos.
Y regresando al tema culinario, también se pueden usar estas algas para producir mermelada de espirulina, perfecta para un plato de pasta.
Llevando el uso de plantas aún más allá, algunos sugieren usar sus raíces para fijar los edificios al suelo. Aunque suene un tanto ridículo, sus defensores señalan que mientras los árboles tienden a sobrevivir a un terremoto los edificios no.
Obstáculos por delante
Por supuesto, existen numerosas barreras en el camino para llevar a cabo estos avances, uno de ellos es dar el paso.
“Un montón de buenas ideas requieren a gente que corra un gran riesgo”, dice Andrew Hunter, director de servicios técnicos de la multinacional de la construcción Skanska.
“Ellos pierden mucho dinero y el resto se queda con los trozos”.
Pero hay incentivos que podrían llevar a la construcción de estos edificios inteligentes. El primero es el económico, ya que las oficinas suelen ser el segundo costo más considerable después del personal.
Edificios automatizados y con sistemas que interactúan eficientemente no sólo contigo sino con los demás, podrían ser más baratos de mantener. Usarían menos energía, menos agua y generarían menos residuos.
Al mismo tiempo, la productividad será mayor en un entorno más placentero, además del tema energético, así como el manejo del agua y los residuos, que son claves en la agenda hacia la sostenibilidad de las empresas.
¿Hará falta una oficina?
Tubos de algas absorberían el CO2 residual liberando oxígeno.
Un uso innovador de los edificios ayudaría a evitar estos riesgos y a su vez contribuirían positivamente.
Pero la gran pregunta ahora es si en un futuro todavía tendremos siquiera que ir a la oficina.
Sin embargo, arquitectos, diseñadores y expertos informáticos en la conferencia de Reino Unido acogen con desdén esa idea, citando la innata necesidad humana de congregarse y relacionarse los unos con los otros.
Lo que queda por ver es si será o no sobre un plato de espaguettis con algas.
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