Se llama Alfredo Corell, enseña Inmunología y ha sido elegido el Mejor Docente Universitario Español de 2018
Pone en marcha obras de teatro para explicar las células, sube el temario a Youtube y se va de cañas con sus alumnos para hablarles de vacunas
Alfredo Corell es el Mejor Docente Universitario Español de 2018 según los organizadores del II Premio Educa Abanca. Es profesor de Inmunología de la Universidad de Valladolid desde hace dos décadas y, este año, sus estudiantes le han aupado hasta lo más alto del podio de la innovación: el primer paso para optar a este galardón es que te propongan los alumnos.
En su currículum hay 12 años de investigación a pie de hospital, aterrizaje en las aulas, lucha contra la burocracia académica, aciertos, errores, zancadillas homófobas llenas de envidia y aulas en pie.
Su carrera hasta acreditarse como catedrático es un ejemplo de que la inercia de la docencia descafeinada se puede romper cuando la vocación marca la pauta y se saltan los obstáculos, porque la universidad también es un campus para los audaces.
1999. A los pocos meses de inaugurar su etapa docente, el jefe de estudios de la Facultad de Medicina le dio un primer diagnóstico: «Los alumnos no se enteran de nada». Ahí empezó todo.
«Fue un bofetón. Venía de una carrera científica, potente, era un perfeccionista y, sin darme cuenta, estaba explicando la asignatura con un nivel exagerado. Ese fin de semana me encerré en casa hasta que di con la clave: aproveché mi experiencia previa como monitor scout para poner en marcha un aprendizaje basado en proyectos», cuenta Corell.
Su primer paso fue volver a explicar las primeras clases con una obra de teatro representada por los alumnos. «Unos eran moléculas, otros átomos y otros, piezas de las células. En media hora conseguí que se entendiera lo que llevaba desarrollando en clase durante las últimas tres semanas. Desde entonces no he parado».
Corell convierte cada año un pub de Valladolid en un aula de divulgación científica. Sus alumnos preparan vídeos sobre temas relacionados con su asignatura que interesan a la gente de la calle: alergias, vacunas, diabetes, lupus, celiaquía… Estas citas, bautizadas como Tus defensas se van de cañas, sirven como punto de encuentro para exponer y resolver dudas.
El maestro tira también de redes sociales para animar la participación estudiantil.Allí, sus alumnos se plantean retos, afilan respuestas y aclaran contenidos. Aunque la joya de la corona de su proyecto está publicada en Youtube, donde residen sus inmunopíldoras: vídeos breves en los que explica el temario que utilizan después sus estudiantes alumnos de licenciaturas sanitarias de España y de Iberoamérica. «Están disponibles 70 vídeos, que corresponden al 40% de la asignatura. Todavía nos queda mucho trabajo», destaca Corell.
Las inmunopíldoras son el alma de ImmunoMedia, la plataforma digital de divulgación liderada por Corell y en la que participan profesores de seis universidades españolas y dos extranjeras. El pasado diciembre, este proyecto recibió el Premio Medes al fomento del español en la Ciencia que otorga la Fundación Lilly cada año.
Corell pone también en marcha su creatividad a través de la propia página web de su asignatura. Allí, los repasos de las clases se hacen con un juego tipo ¿Quién quiere ser millonario? Contra el abuso de la lectura monocorde, las clases magistrales aburridas y el recurso global al powerpoint, este profesor imparte seminarios TED como el que ofreció en septiembre de 2016 para hablar, precisamente, de que los cómplices de la innovación docente son los alumnos.
LA CLASE EN LA UNIVERSIDAD DEBE SER COMO UN SALÓN DE PISO DE ESTUDIANTES: DEBE CREAR UN CLIMA CÁLIDO. MI OBJETIVO NO ES QUE APRUEBEN, SINO QUE APRENDAN
Al mismo tiempo que innova en las aulas, agita el cocotero de la desidia entre sus colegas. Considera que la universidad está obsoleta y que la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior ha sido solo «pintar la fachada».
Critica la endogamia, las dificultades de movilidad de profesores entre universidades y el escaso reconocimiento docente «en un contexto en el que nuestra nómina y nuestra carrera profesional dependen exclusivamente de lo bien o mal que investiguemos. Las publicaciones de impacto son el Olimpo y la docencia apenas se valora. Seguimos llamando a la enseñanza universitaria con un nombre tan peyorativo como gráfico: carga docente».
El profesor de oro de la universidad española ve que la creación de un Ministerio de Ciencia y Universidades puede ser la oportunidad de prestigiar la calidad de la enseñanza. «El ministro Pedro Duque tiene un perfil interesante para demostrar que el futuro de nuestras universidades puede pivotar en una enseñanza que elimine el lastre anquilosado que se esconde bajo la capa de invisibilidad de la libertad de cátedra.
No hay premios nacionales que reconozcan la innovación docente y hay muchos que encumbran el avance de la investigación. No se trata de confrontar ambas realidades necesarias para el progreso de nuestras sociedades, pero es urgente que las instituciones miren con mejores ojos la tarea docente: lo piden nuestros alumnos, lo exige tanta inversión pública y lo obliga nuestra ética profesional».
Como inmunólogo viral contagia en positivo a estudiantes y colegas, aunque a veces surjan represalias anónimas. Pocos días antes de Navidad los pasillos de su facultad aparecieron inundados de octavillas que rezaban: «Corell, maricón y socialista». Durante tres días los insultos empapelaron su lugar de trabajo.
Mientras la Policía investiga quién está detrás de este ataque, para Corell el entusiasmo que genera entre sus alumnos lo compensa todo. Por ello, mantiene su compromiso y trabaja en un curso Mooc para divulgar sobre las vacunas ante «el auge social de los peligrosos escépticos».
Para él, llenar las asignaturas de actividades novedosas sin un eje estratégico sería como tirar fuegos artificiales. «Cada profesor, en función de su contexto, tiene que marcarse unos objetivos. No todo vale, pero hay muchos caminos. Si uno no está enamorado de la materia, difícilmente transmitirá alguna pasión a sus alumnos».
Estos Goya del sector educativo celebraron en 2018 su segunda edición. El galardón de la primera se concedió, en 2017, a Víctor Arufe, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de A Coruña. Descubrió su pasión por la docencia universitaria por contraste «al ver la mala práctica de algunos profesores que se dedicaban a leer los apuntes en clase o pasar diapositivas a toda velocidad en segundo de carrera».
Para él, «la clase en la universidad debe ser como un salón de un piso de estudiantes. Debe crear un clima cálido, que los alumnos se sientan partícipes del proceso de enseñanza, que pregunten, que sean críticos… Mi objetivo no es que aprueben, sino que aprendan».
La innovación ha llevado a este docente gallego a replicar en sus clases formatos televisivos como MasterChef, First Dates y Pekín Express. Aunque considera que cada vez hay más experimentación en las aulas, ve que «todavía quedan muchos profes pasivos que parece que no disfrutan de su profesión».
A él este premio le ha servido como «un extra de motivación» por el reconocimiento público de sus alumnos, «y la posibilidad de dar a conocer una forma distinta de enseñar en la universidad más centrada en el estudiante y en el proceso que en el propio resultado».
Arufe coincide en que «todo se mide en producción científica y eso es un gran error. De nada sirve que tengas cien artículos científicos publicados si al final no sabes transmitir conocimiento».
Alfredo Corell y Víctor Arufe son dos nombres propios en la punta del iceberg. Dos maestros en el podio. Uno es profesor de Inmunología y extiende el virus de la sana docencia. El otro es maestro del Deporte y estira la innovación para que la enseñanza universitaria coja músculo. Los dos son estímulos para dar lustre a la pasión por enseñar en la universidad española, aunque, de momento, lideren una excelencia docente que solo encuentra reconocimiento en la iniciativa privada.
Customer Reviews
Thanks for submitting your comment!