De estudiar temas relacionados con carnicería… a ser profesora de tecnología y conseguir que sus alumnos sean reconocidos y premiados en varios ámbitos.
Rosa Ana Álvarez García no solo se sacó una plaza de profesora en una materia que no tenía nada que ver con sus estudios iniciales. A sus más de 50 años, esta maestra de instituto investiga y estudia por su cuenta para desenvolverse en terrenos que no existían cuando sacó su oposición, como Scratch o Arduino.
De profesora particular a maestra de instituto
“Siempre me ha gustado montar y desmontar cosas pero cuando era joven no me planté estudiar ingeniería ni nada parecido”, nos explica Rosa Ana Álvarez García, una profesora en Asturias que, con más de 50 años, es autodidacta en materia tecnológica para poder ejercer su profesión en materia de tecnología.
Esta profesora ha pasado de preguntar cómo se encendía un PC a aprender a programar con Arduino de manera autodidacta
Cuando tuvo la oportunidad de ir a la universidad, se decantó por Biología. Sin embargo, y después de haber empezado a dar clases particulares a los 24 años “para poder llevar algo de dinero a casa” y presentarse a unas oposiciones, la cosa cambió. “Me presenté a una especialidad de biología, dado que era lo que había estudiado”, explica. Pero repasando un temario sobre manipulación de alimentos y carnicería, decidió presentarse también al temario de tecnología.
“Lo pasé muy mal porque hay que estudiar mucho y la mitad de las cosas no tienen nada que ver ni siquiera con lo que estudié”. Pero el esfuerzo tuvo su recompensa: desde el año 2000 esta profesora, de 51 años de edad, imparte la asignatura de tecnología en Asturias.
Cuando estar al día no es un reto, si no una motivación
Tras 18 años dando clase, Rosa sabe que muchas personas creen que, una vez sacada la oposición, podría despreocuparse y dar siempre el mismo temario. “Para mi sería un verdadero aburrimiento estar todos los días dando lo mismo”, asegura.
Teniendo en cuenta el ritmo de actualizaciones y novedades tecnológicas, ¿es difícil mantenerse al día? Rosa Ana Álvarez reconoce que, en parte, sí. No solo por una cuestión de que exija mucho tiempo esta actualización sino, sobre todo, porque en ciertas ocasiones conlleva también cambiar los esquemas con los que a ella le enseñaron las materias.
Los cursos oficiales que reciben no siempre valen. O son muy genéricos o excesivamente técnicos para un perfil como el suyo
Sin embargo, esa exigencia de estar siempre al día es para esta profesora “una buena manera de mantenerte activo y mantener activos a los alumnos”. Esto conlleva que cada año haya que preparar apuntes nuevos para las novedades tecnológicas. “Siempre aparecen cosas nuevas y sabes que los niños las aprenden, así que en ese sentido es complicado estar actualizados como ellos”, reconoce esta profesora.
Una de las mayores diferencias y también complejidades añadidas que tiene instruir a las nuevas generaciones respecto a hacerlo con las anteriores es que, según Rosa, “antes teníamos mucho miedo a tocar las cosas, y ahora no”, explica. Y se pone a sí misma como ejemplo de esta actitud. “Cuando yo me compré mi primer ordenador le pregunté al técnico cómo se apagaba y encendía, porque nunca había utilizado uno. Los chicos ahora ponen la mano en seguida y empiezan a toquetear los aparatos. Y eso es muy bueno, porque si no vas con miedo aprendes algo. Aunque sea fallando y estropeando algo. Pero de ese error aprendes, y lo haces antes”.
Así aprendí a programar de la nada
En este camino autodidacta, Rosa también se ha atrevido con la programación. “Empecé con algún curso de software que necesitaba para trabajar con la estadística, en la UNED y con cursos de ofimática”, nos explica.
Mientras, para adentrarse en el mundo LEGO apostó por los ejercicios básicos que podía encontrar en los libros de texto para, posteriormente, realizar curso de circuitos electrónicos y programación con Crocodile o la programación auto didáctica con LEGO Mindstorms. Hasta que llegó el descubrimiento de Scratch hace años.
Con libros y tutoriales en Internet esta profesora ha aprendido Scratch o Arduino entre otros. Ahora se está introduciendo en Python
En este caso “a partir de información, manuales y vídeos de internet empecé a trabajar con el software creando mis propios manuales y juegos que podía aplicar de forma didáctica en distintas materias”, detalla esta profesora. También realizó un curso organizado por la consejería de educación de Asturias sobre Scratch S4A para programar Arduino, aunque Rosa confiesa que se encuentra más cómoda con el IDE de Arduino al que llegó a través de Fab Lab de Gijón. “Fui a un curso, junto con los alumnos, para manejar el lenguaje de Processing y de ahí ya di el salto a Arduino y todas sus posibilidades”, recuerda.
Eso sí, para aprender mejor todo lo relativo a Arduino Rosa se ha hecho con varios libros: Arduino Práctico (Joab Ribas Lequerica) de Anaya, Arduino curso práctico de formación de Óscar Torrente Artero de RC libros y Robótica y Domótica básica con Arduino de Pedro Porcuna López (Ra~Ma) están entre ellos.
Una lectura que complementaba con páginas on line como Prometec, Lluís Llamas, Aprendiendo Arduino y cursos MOOC de programación.
¿Lo más difícil? El inglés. “Aunque pronto te haces con el vocabulario, la simbología y estructura, el pseudocódigo (que me parece fabuloso) también me costó un poco: mi cabeza suele ir por libre y la organización no es mi fuerte”, reconoce esta profesora
Python, un básico de la programación
Como vemos, si algo caracteriza a Rosa es sus ganas constantes de reciclarse y aprender. “Ahora mismo estoy iniciándome en Phyton”, asegura. Para ello, tiene algunos libros de cabecera, como Aprenda a programar con PHYTON3 de Zed A. Show editorial Anaya o Ejercicios prácticos con Raspberry Pi de Simón Moni editorial Marcombo, además de buscaro páginas web de iniciación.
Considera importante saber programar pero, sobretodo, saber qué, cómo y cuándo enseñarlo de cara a los alumnos
“Uno de los problemas es no sólo mantenerse al día, si no la introducción en el currículo de un año a otro sin mucho tiempo para prepararlo. Es importante saber programar pero, sobretodo, saber qué, cómo y cuándo enseñarlo para introducir al alumnado de forma asequible y con una finalidad q les permita involucrarse y ver su utilidad”, subraya esta profesora.
Aunque asegura que en su tierra, en Asturias, la consejería de educación está apostando por la robótica y la programación, cree que “todavía necesitamos empezar en primaria”.
Los centros trabajan con Scratch y muchos pasan después a Arduino en materia de programación, pero Rosa considera que el temario de TIC de Segundo de bachillerato es demasiado ambicioso. “La idea no es repetir ejercicios si no que el alumno cree sus programas y eso es imposible en uno o dos trimestres. O al menos yo no me veo capaz”, reconoce.
De autodidacta a maestra de otros profe
Al igual que esta bióloga de profesión estudió por su cuenta para sacarse las oposiciones de profesora de tecnología, para mantenerse al día apuesta por ser autodidacta. Aunque estos profesores suelen recibir cursos de formación, el problema para esta maestra es que cuentan cosas que no necesitan. “Aprendes con ellos, pero te dan un curso de Excel sin enseñarte lo que realmente necesitas”, se lamenta.
Otro problema asociado a estos cursos oficiales es que, en materia tecnológica, algunos pueden l
legar a ser muy avanzados y complicados para esta profesora. Por eso, en su opinión, esta formación para profesores debería recaer en “gente que sepa utilizar estos recursos aplicando a educación, para saber qué enseñarnos”.
legar a ser muy avanzados y complicados para esta profesora. Por eso, en su opinión, esta formación para profesores debería recaer en “gente que sepa utilizar estos recursos aplicando a educación, para saber qué enseñarnos”.
Quizá por eso también, y después de toda la formación que lleva a sus espaldas, Rosa está impartiendo cursos de Scratch entre sus compañeros de colegio. “Estoy organizado un grupo de trabajo para que utilicen las nuevas tecnologías en sus materias”, asegura. Así, profesores física, química y dibujo van a participar en los talleres que esta profesora realiza. “A los compañeros de biología y lengua también les tengo casi convencidos”.
Qué hace un maduro como tú enseñando a un nativo digital como yo
¿Cómo se enfrenta una persona de más de 50 años ante un grupo de jóvenes que, presuntamente, utilizan la tecnología mejor que ella?
Motivar a los alumnos conlleva estar siempre al día de las tecnologías y buscar cosas nuevas con las que sorprenderles
Lo primero, asumiendo que es muy probable que los alumnos pregunten algo que el profesor no sabe. “No pasa nada por reconocer en ese momento que no lo sabes y, sin embargo, es uno de los problemas que tenemos: nos cuesta mucho reconocer ese tipo de cosas”, declara.
Rosa suele decir, en plan de broma pero convencida de ello, que no estamos ante nativos digitales. Es más, cree que hacemos un flaco favor diciéndoles a estos niños que lo son. “Utilizan las tecnologías porque han nacido con ellas, pero no saben utilizarlas mejor que los adultos. Es como si me dicen que, porque cuando nací había coches, soy nativa en la materia y lo sé conducir”, pone como ejemplo. “Conocen la tecnología y la manejan sin miedo, pero hay gente joven que no controla las nuevas tecnologías”, sentencia.
¿Cómo reciben estos menores las enseñanzas de una persona más mayor que sus padres? Rosa reconoce que se suele llevar bien con los chavales, aunque les echa en cara que no tengan la mentalidad de que la mejor herencia que les dejan sus padres es la educación. “No ven la enseñanza como algo útil. En tecnología si podemos hacer cosas que sean útiles de forma inmediata pero en otras materias no lo ven directamente”.
El gato que camina pierde ante un videojuego 3D
Además, cree que es muy complicado motivar a los alumnos, y no solo porque puedan estar en una edad complicada. “Puedes dar Scratch pero no entienden porqué les hago hacer que un gato camine si tienen un juego en 3D”, asegura.
Esta profesora intenta recompensar el esfuerzo de sus alumnos con el reconocimiento, tanto de otros compañeros como de la prensa local
Por eso, su apuesta pasa, desde 2010, por enseñar tecnología a través de la realización de proyectos. Se muestra contraria a los métodos de enseñanza y motivación tan en boga últimamente. “Les ponen un nombre y parece la panacea, pero cada grupo necesita un sistema de dar clase. Cambiar un sistema por otro no es la solución”, sentencia.
Así pues, decidió introducirse en Arduino no solo para aprender con sus alumnos, sino en un intento de motivarles con algo nuevo. Cuando se enfrentó a Arduino “no tenía ni idea, aunque me pareció muy interesante”, recuerda.
Pese a todo, cree que la motivación de los alumnos muchas veces no dependen de la materia, sino de si tienen buen feeling con el profesor. En esos casos “lo dan todo”. Algo que ella está viviendo ahora mismo con un grupo que “va a ser muy difícil de encontrar de nuevo”.
Pienso, luego existo
El planteamiento que sigue esta profesora en sus clases es siempre el mismo, salvo en 2º de la ESO. La idea con la que trabaja es** que los alumnos piensen, algo que le parece fundamental**. “Es algo que no se les acostumbra a hacer”, denuncia. “Si les dices lo que tienen que hacer, lo llevan a cabo sin problema. Pero en cuanto les planteas que hagan lo que quieran, no saben qué hacer”, relata.
Por ello, y para obligarles a pensar, esta profesora intenta que busquen problemas en su entorno y que intenten solucionarlos para que puedan ver la aplicación real de los contenidos que deben impartirse en clase. Rosa les va guiando poco a poco por esos contenidos para la búsqueda de problemas y sus posibles soluciones.
Esta profesora considera que, con este sistema se les agudiza bastante el sentido crítico a los alumnos. “Si algo está mal se lo digo aunque ahora la costumbre es que no se les puede decir que está mal”, lamenta esta profesora.
Además, una vez al trimestre buscan alguna temática de la que se hable en esos momentos para analizarla (como pueda ser los coches eléctricos). “Buscamos información y hacemos una lectura crítica para ver si lo que nos están contando es mentira o no”.
Rosa también les obliga a hacer presentaciones de los proyectos para que los alumnos aprendan a saber expresarse especialmente en público. “Todo esto se tiene que hacer en 2 horas de clase semanales, pero como lo hacen con ganas, sacan tiempo de debajo de las piedras, hasta de los fines de semana”, señala.
Persianas automáticas y “caza pirones”
Con clases que rondan los 20 alumnos, Roa divide a los chavales en grupos de entre 4 o 5 alumnos, intentando equilibrar las diferentes personalidades y habilidades de los alumnos con la idea de que se vayan estimulando unos a otros.
Fue así como nació, entre otros, el Grupo Prias con un proyecto reciclaje de Asturias. “Son unas máquinas”, señala orgullosa. Este grupo de alumnos estuvo en Madrid presentando su persiana automática que se baja con la luz del sol.
Otro proyecto en el que trabajaron es el “caza pirones”. Los pirones son, en Asturias, los alumnos que se escapan del instituto y faltan a clase. Este sistema contaba con cámara, una placa Arduino y un pequeño sensor. Si algún alumno se iba del instituto sin permiso, el sistema les hace una foto que se envía directamente a jefatura. “No es muy popular en el instituto”, reconoce -riéndose- esta profesora.
No es el único proyecto del que se vanaglorien estos alumnos “Hicieron unas playeras con luces. Si llegas a una zona con baja iluminación se encienden para que nunca te quedes a oscuras y siempre seas visible. Pero creen que ninguna persona mayor de 50 años se va a comprar estos modelos, por eso no les gusta”.
Recompensando a los alumnos
Rosa también nos explica que, como hacen tantos prototipos, está intentando implantar un sistema de educación vertical para que hagan escape room con chicos más pequeños de manera lúdica y creativa. Denuncia que es algo muy complicado y que las normativas cada vez son más estrictas, pero defiende que esta educación vertical sería buenísima. “A veces los profesores no somos capaz de hacerles entender algo a un alumno y, en cambio, entre ellos sí se saben enseñar las cosas. Además, así el profesor ve otra forma de hacer llegar las cosas a los críos”, defiende.
Además, y volviendo a la motivación de estos chavales, Rosa defiende que cada vez que un grupo de sus alumnos recibe un reconocimiento en otros lugares (como este grupo que ha ido a Madrid) “habría que ponerle una alfombra roja de recibimiento”.
Así, pide que el salón de actos del centro esté lleno de los alumnos, “no solo para que se sientan orgullos de su trabajo, sino porque sirven de referencia para los que vienen detrás”. En este punto, Rosa recuerda que estos chavales suelen sacar horas de su tiempo de ocio para sacar adelante estos proyectos. “No hay que decir que todo está bien cuando no lo está, pero sí que hay que decirlo más cuando está bien”, subraya.
Además, en estos casos intenta llamar a la prensa para que se hagan eco de su trabajo y esfuerzo. “Así pueden tener ¡la satisfacción que todo el mundo sabe lo que están haciendo estos alumnos”.
Un orgullo mutuo
Cuando se habla con Rosa se nota el orgullo que siente por sus alumnos. “Soy la primera a la que me interesa que salgan muy bien formados, con un espíritu crítico: ellos van a ser los que dirijan la sociedad en el futuro y, si no salen bien, la primera perjudicada voy a ser yo”, manifiesta.
El cariño y la implicación que denota por estos chavales sobrevive con los años. Y recuerda que con los primeros alumnos a los que les dio clase trabajaron en una posible cura para el cáncer. “Una se me escapó y fue para química, pero algunos incluso están trabajando en teleco e ingeniería informática”, recuerda, confirmando que mantiene el trato con ellos. “Siempre les digo que el centro sigue siendo su casa”.
Algunos de ellos, incluso, mantienen el contacto por redes sociales con esta profesora. “Una antigua alumna me dio las gracias y me dijo que la carrera que había terminado había sido por mi inspiración. Estas cosas te llenan de orgullo”, concluye.
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